venres, 10 de maio de 2019

PARALELO 36, Raquel Vázquez


RAQUEL VÁZQUEZ, Paralelo 36, Talentura, Madrid, 2019, 154 páxinas.


   Tiene miedo, sigue teniendo miedo; esas voces, tanto ruido de fondo y los estruendos, el corazón sobresaltado por si en cualquier momento lo descubren y debe volver a empezar. Hermano, no dudes, tienes que hacerlo, Hicham está con él de alguna forma, ahora, tienes que hacerlo ahora que aún se te ve un niño, en el cuerpo, en los ojos; aún te brillan los ojos, ahora que no puedan confundirse. Pero los vigilantes, el ruido; tiene que correr hacia ese camión, o el siguiente de la fila. Sólo tiene que escoger el momento, cuatro o cinco segundos serán suficientes para llegar a los bajos de alguno de esos camiones. Si ven que aún eres un niño te llevarán a un centra donde podrás estudiar, donde encontrarás trabajo y podrás quedarte y llevar una vida mejor. Tienes que hacerlo. No dudes, es ahora, Kamal, es ahora. 
   Y Kamal lo recuerda pero ya es la tercera vez; otros amigos suyos o de su hermano cuentan diez o veinte intentos desde ese mismo puerto de Tetuán. Nadie vigila, a ver ese camión y corre hacia él, inspecciona los bajos, ningún cable suelto en el eje, sí, puede valer, si no me han visto puede valer, y ahora la espera hasta subirse al ferry, si consigue entrar y sentir que el ferry ha partido cree que lo conseguirá, conoce las historias, chicos que suben a cubierta y en España ya salen como un pasajero más, lo ha oído y funciona pero para eso no pueden encontrarlo aún, tiene que esconderse v cruzar esa barrera.
   La vio una vez en el mapa de clase. En el Estrecho se encuentra el mar pero también hay una línea, preguntó a la profesora y le dijo que era una línea imaginaria, se llaman paralelos, y este en concreto es el Paralelo 36. Pero lo de imaginario no es cierto, no es posible, si lo frena a él, a su hermano, a sus amigos, no les deja pasar, quieren salir de África y es real el muro que los devuelve; cómo iba a ser imaginario lo que vivió Hicham, aquel centro que no era de acogida sino en realidad una cárcel, en un lugar llamado Aluche, un infierno físico primero y ahora el de estar de vuelta en Tetuán. 
   No, él tiene que cruzar esa línea, sí existe, y como existe tendrá que romperla, llegar al otro lado, a ver, a ver si ahora, parece que arranca. El suelo tiembla, parece que ya se estén moviendo, ojalá, ojalá, no cree demasiado en Dios pero se aferra a un par de oraciones, igual que se aferra a esos hierros, y reza, aprieta los ojos y ve el barco ya al otro lado y él bajándose, y cuando no mire nadie echará a correr. Sí, no está soñando y el barco arranca, lo está viendo a pesar de la noche en que convierte todo el camión, la piel también tiznada, no es fácil respirar ahí, pero después se fatigará de otra forma, va a correr con todas sus fuerzas, lejos del mar y no va a dejar que lo atrapen, y encontrará un trabajo y vivirá bien, él y su familia, algo de dinero que envíe a sus hermanos pequeños, a sus padres y también a Hicham.
   Va a correr hasta que pueda descansar y despertarse al otro lado, sin que esté soñando ya, y no tener que volver a correr, despertarse desde la pobreza y el miedo, despertarse hacia la vida, con algo de luz rota desde la ventana pero luz.
   Y no esa linterna.
   No, no puede estar viéndola otra vez. Ese murmullo y la linterna. No, sólo quiere equivocarse y despertar despacio, despertar de la noche. Despertar, y hacerlo al fin en silencio.

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