Amosando publicacións coa etiqueta PEDRO SÁNCHEZ NEGREIRA. Amosar todas as publicacións
Amosando publicacións coa etiqueta PEDRO SÁNCHEZ NEGREIRA. Amosar todas as publicacións

martes, 13 de xuño de 2017

CACHORROS DE ORNITORRINCO NA FUNDACIÓN CASARES QUIROGA





O 31 de maio na Fundación Casares Quiroga María José Viz Blanco e Jesús Garabato Rodríguez leron a súa comunicación titulada Aproximación a la microliteratura actual. Deste interesante evento queda a constancia do relato de María José e o vídeo aquí reproducido.

No último tramo da ponencia [1:03:01 / 1:10:25], María José Viz, tamén microrrelatista, deixou xenerosamente paso a Cachorros de ornitorrinco. Dámoslle as grazas a ela e tamén a Pedro Sánchez Negreira, sempre tan davidoso, e a Arantza Portabales, que de novo quiso ter presente a magnífica variación ao seu excelente microrrelato Querida Mamá, feita por Irene García Pizarro durante un exame de primeiro de Bacharelato.

***
Resumen fotográfico del encuentro con la microliteratura que hizo que una hora fuera solamente un instante, para mí, para Jesús Garabato Rodríguez y, creo, para el resto de autores y autoras invitados (eso me han dicho, al menos...). Han sido, por orden de intervención: Ton Pedraz, Rosi Sarmiento, Arantza Portabales, Raquel Vázquez y Pedro Sánchez Negreira. Un lujazo este plantel de artistas y, no nos olvidemos del público encantador que nos arropó. Gracias también al Concejal de Cultura, de A Coruña, José Manuel Sande, puesto que si él no creyese, desde el primer momento, en la propuesta que le presenté aquel 27 de marzo, esta agradable reunión no tendría lugar. He dicho.

María José Viz Blanco

martes, 29 de abril de 2014

VERDE COMO EL HIELO, Pedro Sánchez Negreira

 
PEDRO SÁNCHEZ NEGREIRA, Verde como el Hielo, Zaera Silvar, A Coruña, 2013, 200 páxinas.

[NC SAN ver]


Se o final nun microrrelato é importante, tamén tiña que selo a forma de rematar o tema adicado a eles. O martes 22, a volta ás clases traía, coma un agradable contrapunto, o encontro co escritor Pedro Sánchez Negreira. Así, na primeira sesión da tarde estivo a falarnos da escritura destas microficcións e do seu libro, Verde como el hielo, do que xa puideramos degustar algunhas das súas pezas na clase.


En las últimas semanas, el papel protagonista en las aulas de 3º de ESO fue desempeñado, con diferencia, por una forma literaria: el microrrelato. A través de estos textos, descubrimos que un punto final puede ser sólo el principio; que la extensión no se mide en tinta o en caracteres: como si pudieran existir palabras justas para frenar el desaliento.
Nos volvimos lectores de este género: asumimos el riesgo de lo breve, el vértigo ante la sugerencia, el acantilado de todo aquello que se calla. Los textos de Pedro Sánchez Negreira nos llevaron de la mano en esa agradable caída. Con ellos, aprendimos que no toda llovizna es inocente; que los recuerdos, por muy lejos que los lancemos, a veces tienen vocación de búmeran; que con nuestro enemigo más cruel tal vez compartamos la misma voz, el mismo cuerpo; que nuestra realidad puede tener nombre de mujer hasta el Olvido.
De ese modo, habríamos caído 113 veces, una por cada texto que contiene
Verde como el hielo. Al menos, pudimos conocer la promesa de esas páginas, el nombre de Pedro Sánchez Negreira como un autor que avalaba tanto la práctica como la teoría, su firma a unos textos que liquidaban cualquier prejuicio de que la microficción fuera sólo un pasatiempo, una ocurrencia fácil. Lo reducido, lo realmente riguroso y breve, ha sido en realidad el límite de las clases: pero, igual que hacíamos con los microrrelatos, tenemos la oportunidad de releer y reconstruir. Éste es el momento de rellenar esos silencios.
Por tanto, toca ya, sin más, dejarle la palabra a Pedro, y agradecerle su presencia aquí esta tarde, para compartir con nosotros su escritura, tan redonda como un libro; su talento agudo, próspero, verde como el hielo.
[Texto de presentación]

   Podería pensarse, en aparencia, que foi unha charla convencional, coas habituais preguntas e respostas.... Con todo, se os alumnos de terceiro leran os textos do autor uruguaio, por que non ao revés? E así foi como sucedeu un troco moi especial: Pedro puido escoitar algunhas das creacións dos alumnos, tan ben abeiradas nun soporte que é igual de artístico [e de mínimas dimensións] que o seu contido: os minilibros. Foron unhas cantas lecturas de microrrelatos, aforismos... que o profesor Francisco Rodríguez, de forma case aleatoria, ía escollendo segundo a caprichosa distribución dos libros sobre a mesa. A maior certeza da situación, o único invariable, eran as reaccións de Sánchez Negreira: eloxios, entusiasmo, ánimos para seguir pola senda do breve. Xogaría o aza[ha]r un papel ao noso favor? Ou, talvez, sexa simplemente que os alumnos do IES Francisco Aguiar son tan persistentes coma o dinosauro de Augusto Monterroso e, por moito que cheguemos a soñar, e despois espertemos, o futuro do microrrelato aínda estea aquí:




mércores, 18 de decembro de 2013

VERDE COMO EL HIELO, Pedro Sánchez Negreira



PEDRO SÁNCHEZ NEGREIRA, Verde como el Hielo, Zaera Silvar, A Coruña, 2013, 200 páxinas.

Pedro Sánchez Negreira ven de publicar este libro de microrrelatos, o cuarto xénero narrativo para Irene Andres-Suárez. Moitos lectores e escritores de prestixio considérano un caixón de sastre para escritores incompetentes. Gosto das formas literarias hiperbreves. Certo é que hai moitas publicacións carentes de interés, de igual xeito que hai moitas novelas de moitas páxinas que non resisten unha lectura crítica. A calidade dos textos de Sánchez Negreira fai innecesaria a súa defensa. Aí queda unha excelente narración. ¿Ídesme dicir vós tamén que o tamaño importa?

Francisco Rodríguez

 **********
SUPÉRTITE

   Aunque todos notaran el sabor a lástima densa que tenían sus palabras, nuestra madre insistía en que, a mi gemelo y a mí, sólo se nos diferenciaba porque él olía a leña húmeda y yo a arena mojada. Éramos idénticos, sí, pero mientras que a mí me tocó asistir a nuestras vidas, a él le tocó vivirlas. Al menos hasta que se acabó su suerte.
   El éxito era suyo, el fracaso mío. Él hacía los goles a nuestro favor, yo los penaltis en nuestra contra. Su adolescencia estaba empapelada de sobresalientes, la mía empedrada de suspensos; su carrera de matrículas de honor, la mía de cursos repetidos. Él insistió en que fuéramos socios en el bufete porque se sentía culpable, no porque creyera en mí. Desde muy pronto me obligué a disimular mi envidia. Incluso cuando se casó con Rebeca, aun sabiendo que yo la amaba con desesperanza. Siempre estuve convencido de que la ventura había quedado de su lado cuando se dividió nuestro embrión. Pero me equivocaba.
   Cuando el conductor kamikaze nos embistió en aquella autopista de Turquía él murió en el acto. Sin embargo yo salí ileso.
   Ayer lo enterramos. Después de quedarnos solos en el cementerio, Rebeca se acercó a mí y abrazándome por la espalda, me susurró al oído: «Mi amor, tenemos que irnos ya». Mientras yo, fingiendo un impulso amordazado por el dolor, no dejaba de acariciar la lápida con mi nombre inscrito en ella.