JOSÉ OVEJERO, Insurrección, Galaxia Guttenberg, Barcelona, 2019, 288 páginas.
Uno de los textos que contiene Mundo extraño [Páginas de Espuma, Madrid, 2018], libro que mereció el XV Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España, «Los escritores que me gustan» más que una narración es una nítida exposición sobre la Poética del autor.
Ovejero confiesa que admira a los escritores que desatan en él la
necesidad de escribir, porque cada parcela de belleza esclarecida por el
genio de un escritor, desvela la evidencia de todas las oscuridades que
en el mundo merecen ser iluminadas. Los escritores que le gustan a la
voz de ese texto que ha escrito José Ovejero, apelan al lector para
convertirlo en un ser consciente de que la belleza es efímera; por ello,
el cometido del escritor, debería ser, expandir la hermosura por el
mundo. Tras este contundente aserto, llega la confesión: la voz de ese
texto que ha escrito Ovejero admite que, más que una incompetencia para
atender a ese cometido (procurar la belleza), su poética obedece a la
pertenencia a la estirpe de los que escriben sobre el dolor y el
estremecimiento, la de los que describen la fealdad del mundo para que
el lector elija entre desear tener ilusiones o ser simplemente un
patético iluso. En suma, un escritor que, condenado a envidiar las
frases bellas de los otros (que reproducen fogonazos efímeros de la
belleza que nos aferra a los comunes con optimismo al mundo), se resarce
revelando las verdades incómodas y terribles que acompañan al ser.
Insurrección va más allá del análisis de las siempre difíciles
relaciones entre padres e hijos, más allá del estudio de la psique de
una adolescente idealista o de las paradojas del utopismo del movimiento
okupa, para situar al lector bien pensante ante un fresco contemporáneo
que dibuja las consecuencias del llamado fin de la historia y la muerte
de las ideologías (finales del siglo XX) a manos de un capitalismo
dedicado a devorar globalmente el tuétano de cada individuo hasta
arrojar sus deshechos al vertedero al que llevan el destierro de la
clase obrera a las ciudades dormitorio, el desalojo de los viejos
habitantes de los cascos históricos convertidos en parques temáticos
para turistas, las injusticias laborales, el paro, los EREs, y algunas irracionales sacudidas de violencia, como la de los atentados que diseña el iluminado Alfon.
FRC
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