Divertidísima.
Lúa, en su nuevo regreso a [el que siempre será] su instituto, demostró que la cultura es ese intangible tan sagrado que ha de gozar del respeto de los que saben reírse.
Y sí. Es cierto.
Lúa ha trasladado a ¡Yo vivo! experiencias vitales desgarradoras que ella ha sabido transmutar en fervor literario.
Porque, esa breve narración, no cabe duda, contiene excelsas páginas sobre el duelo: relámpagos que iluminan la angustia del que ha sido abandonado por sus seres queridos a la intemperie de la noche oscura.
Pero no menos verdad es que su conversación amena, inteligente y escandalosamente delicada en el tratamiento de tan lacerante experiencia, convierte su saber en un regalo.
Otro regalo suyo que no olvidaremos.
Francisco Rodríguez Coloma
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