Motivos de satisfacción y orgullo:
- que los alumnos de primero de bachillerato que han leído Tokio blues, quisieran regalarnos su tiempo y compartir sus impresiones con nosotros;
- que fuesen capaces de hablar con serenidad;
- que no se sintiesen intimidados por la presencia de unos adultos con los que comparten pasillos en el instituto o con los que coinciden en las calles de Bergondo o Betanzos;
- que Malena fuese capaz de disfrazar su [injustificada] timidez para tocar para nosotros Noregwian wood;
- que Daniel quisiera cantar, con su buen inglés, la letra de los Beatles (aunque quizás todavía esté esperando que Malena le de paso a su voz en su bonito arreglo);
- que Arancha y Andrea insertaran sus intervenciones atinadas entre las apreciaciones de los que ya no eran novatos en estas conversaciones;
- que Valentina intentara desmontar el nudo emocional que enreda a Reiko en su triángulo;
- que Rocío identificara los símbolos: el prendedor de mariposa, el lodazal, el pozo...
- que Inés explicara algunas de las técnicas narrativas de las que se sirve Murakami en su tramposa novela;
- que Irene confesara que la había leído con precipitación para llegar a las escenas truculentas de las que recibía noticia a través de whatsapp...
En suma, que hayan demostrado, después de leer una novela de aprendizaje que, al menos esa tarde, exhibieron tener ya más de pie y medio en el mundo adulto, porque, a pesar de aceptar que, como corresponde, su personalidad está en construcción, nada en ellos invita a pensar en la fragilidad de Naoko ni el la histeria de Midori ni en la inconsistencia autocomplaciente de Watanabe: ninguno se va a prestar a ser una botella flotando a merced de las olas; son personas que saben que vivir exige nadar constantemente para evitar acabar hundido, para impedir ser arrastrado contra las rocas. ¡Vuestra es la orilla!
Francisco Rodríguez Coloma
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