[NC VIL res]
William Fox atravesó las puertas de la Fundación Alcor Life Extension en Scottsdale, en el estado de Arizona. Dos pasos más atrás le seguía su secretario, Edward Steel, llevando entre las manos una carpeta que mostraba sobre la cubierta un anagrama de las empresas Fox repujado en oro. Después de pasar sin problemas el arco del detector de metales de la seguridad, se dirigieron al despacho del director de la fundación. No fue necesario que completaran el trayecto hasta la oficina. El director les esperaba a la puerta con talante de seriedad profesional.
–Bienvenido, señor Fox. Ya está todo preparado.
William Fox estrechó la mano del director y asintió sin decir nada. Instintivamente, se acarició con el índice y el pulgar el bigote blanco, en un gesto donde solo el secretario fue capaz de reconocer un leve síntoma de nerviosismo oculto.
–Bienvenido, señor Fox. Ya está todo preparado.
William Fox estrechó la mano del director y asintió sin decir nada. Instintivamente, se acarició con el índice y el pulgar el bigote blanco, en un gesto donde solo el secretario fue capaz de reconocer un leve síntoma de nerviosismo oculto.
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