JHUMPA LAHIRI, La hondonada, Salamandra, Barcelona, 2014, 416 páxinas.
[NUC LAH hon]
Al este del Tolly Club, más allá de donde Deshapran Sashmal Road se bifurca, hay una pequeña mezquita. Un desvío lleva a un tranquilo enclave. Un laberinto de callejones y modestas viviendas de clase media.
Antes, en ese lugar había dos lagunas alargadas, una al lado de la otra, y detrás, una hondonada que medía varias hectáreas.
Después del monzón, el nivel de las lagunas ascendía y cubría el terraplén que las separaba. La hondonada también se inundaba con la lluvia; el agua alcanzaba una profundidad de casi un metro, y permanecía una parte del año.
En la llanura inundada abundaban los jacintos de agua. Las plantas acuáticas crecían con vigor, invadiéndolo todo. Sus hojas hacían que la superficie pareciera sólida. Verde, contrastando con el azul del cielo. En el espacio de alrededor se levantaban aquí y allá algunas sencillas cabañas. Los pobres se metían en el agua en busca de algo comestible. En otoño llegaban las garcetas, con sus blancas plumas oscurecidas por el hollín de la ciudad, y esperaban inmóviles a sus presas.
En el húmedo clima de Calcuta, la evaporación era lenta. Pero al final el sol acababa eliminando la mayor parte de la crecida y el suelo empapado volvía a quedar expuesto.
Antes, en ese lugar había dos lagunas alargadas, una al lado de la otra, y detrás, una hondonada que medía varias hectáreas.
Después del monzón, el nivel de las lagunas ascendía y cubría el terraplén que las separaba. La hondonada también se inundaba con la lluvia; el agua alcanzaba una profundidad de casi un metro, y permanecía una parte del año.
En la llanura inundada abundaban los jacintos de agua. Las plantas acuáticas crecían con vigor, invadiéndolo todo. Sus hojas hacían que la superficie pareciera sólida. Verde, contrastando con el azul del cielo. En el espacio de alrededor se levantaban aquí y allá algunas sencillas cabañas. Los pobres se metían en el agua en busca de algo comestible. En otoño llegaban las garcetas, con sus blancas plumas oscurecidas por el hollín de la ciudad, y esperaban inmóviles a sus presas.
En el húmedo clima de Calcuta, la evaporación era lenta. Pero al final el sol acababa eliminando la mayor parte de la crecida y el suelo empapado volvía a quedar expuesto.
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