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LA DAMA DEL MONTE DAS CROAS
En el monte das Croas, en Pontevedra, estaba encantada hace mucho tiempo una joven muy bella. Se decía que vivía en un pazo que había en el interior del monte y que en él se guardaba el tesoro del gigante que la tenía encantada. Eran muchos los que deseaban encontrar aquel tesoro, pero nadie halló nunca la cueva por donde se llegaba hasta aquel pazo.
La dona, señora o Jada encantada se les aparecía algunas veces a los hombres que iban por el monte al oscurecer; pero tampoco nadie se le acercó jamás, porque como era una encantada, la gente tenía miedo y huía de ella.
Una vez la vio un niño que llevaba las ovejas de su padre, y parece ser que estaba sentada sobre una piedra, peinándose los cabellos con un peine de oro. La Dama le llamó y pidió que le diera un cordero, pero el niño no le respondió y salió corriendo. Llegó a casa y, tartamudeando por el miedo que llevaba y también por la carrera que se había dado, contó a su padre cómo había visto a la Dama del monte y ésta le había pedido un cordero.
Entonces el padre dijo al muchacho que volviera al monte y le diera el cordero a aquella señora, no fuera que se enfadara porque no se lo dieran y les causara alguna desgracia.
El niño volvió entonces al monte; pero cuando llegó, ni vio las ovejas ni vio a la señora. Se echó a llorar corriendo por el monte y llamando a sus ovejas. Después de mucho buscar, como no las encontraba, se iba ya para casa cuando, de pronto, vio justo delante de él a la Dama, que llevaba sus ovejas y, dirigiéndose a él, le dijo:
—No tengas miedo por las ovejas, que yo te las guardaré; pero ve a tu casa y dile a tu padre que venga, que tengo que hablarle.
Entonces el niño volvió junto a su padre y le dijo que la Dama del monte das Croas quería hablarle. El padre, aunque muy receloso, fue hacia el monte pensando en que nada bueno le pasaría con aquella mujer encantada.
Pero la Dama, cuando lo vio, le dijo que se acercara a ella sin miedo, que nada malo había de pasarle, sino que, por el contrario, si guardaba el secreto de lo que ella iba a decirle y hacía lo que le ordenase, tendría muchos bienes y venturas.
No se sabe qué le pidió la Dama del monte das Croas a aquel hombre. El caso fue que desde entonces el hombre se hizo rico en poco tiempo, pues su rebaño crecía y sus campos daban buenas cosechas. Se decía que aquel hombre era quien llevaba al monte das Croas cuanto la Dama necesitaba para su sustento. Pero él nada decía, nada respondía si le preguntaban.
Un día aquel hombre enfermé; tan grave se puso que todos pensaron que iba a morir. Pero sucedió que cuando su mujer salió de casa para atender el rebaño y los campos, la Dama del monte das Croas le salió al paso y le preguntó cómo estaba su marido. La mujer no le respondió y, asustada, salió corriendo a todo correr. Cuando llegó a su casa, vio con espanto a la señora junto a la cama y que su marido había mejorado tanto que ya no parecía encontrarse tan grave.
Cuando marchó la Dama, la mujer preguntó a su marido por qué había ido a su casa aquella señora y qué le había hecho para que hubiese mejorado tanto. Pero él nada dijo, nada respondió. Tanto y tanto insistió la mujer que al fin le contó cuanto había sucedido desde que la vio en el monte, así como los remedios que le aplicó con unas hierbas que trajera.
En el pueblo se decía que por haber hablado tanto, revelando el secreto, apareció muerto al día siguiente. Dicen que tenía todo el cuerpo lleno de moretones y magulladuras como si hubieran estado apaleándole...
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