mércores, 2 de decembro de 2015

QUEDAOS EN LA TRINCHERA Y LUEGO CORRED, John Boyne

JOHN BOYNE, Quedaos en la trinchera, Nube de tinta, Barcelona, 2013, 254 páxinas.

[NUC BOY que]

   Todas las noches, antes de dormirse, Alfie Summerfield intentaba rememorar cómo había sido su vida antes de que empezara la guerra. Pero cada día se le hacía más difícil recordarlo todo con claridad.
   Los enfrentamientos habían comenzado el 28 de julio de 1914. Puede que otras personas no recordaran la fecha con tanta facilidad, pero Alfie jamás la olvidaría, porque era su fecha de nacimiento. Había cumplido cinco años ese día, y sus padres le habían organizado una fiesta para celebrarlo, pero solo habían acudido unas pocas personas: la abuela Summerfield, que se sentó a llorar en un rincón con el pañuelo en la mano y empezó a decir: «Estamos acabados, estamos todos acabados», una y otra vez, hasta que la madre de Alfie le dijo que si no se calmaba iba a tener que irse; el Viejo Bill Hemperton, el vecino australiano de la casa de al lado, que tenía unos cien años y hacía un numerito con la dentadura postiza que consistía en sacársela de la boca y volver a metérsela sin utilizar nada aparte de la lengua; la mejor amiga de Alfie, Kalena Janácek, que vivía a tres casas de la suya, en el número seis, y su padre, que era el dueño de la tienda de golosinas de la esquina y llevaba los zapatos más relucientes de toda Londres. Alfie había invitado a casi todos sus amigos de Damley Road, pero esa mañana, una a una, sus madres habían llamado a la puerta de los Summerfield para decir que sus hijos no podrían ir.
   —Hoy no es un día para una fiesta, ¿no crees? —arguyó la señora Smythe del número nueve, la madre de Henry Smythe, que se sentaba delante de Alfie en clase y emitía al menos diez ruidos desagradables todos los días—. Es mejor que la suspendas, querida.

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