[NUC KIE inv]
Para contar lo que pasó de verdad, lo que nadie sabe, lo que no dijeron los periódicos, tengo que empezar por la fiesta de Nochebuena de mi madre. Dos noches antes, como si el universo fuera el coproductor de su gran espectáculo, una tormenta de nieve había blanqueado nuestro rincón de Connecticut. Mi madre estaba encantada. Velas eléctricas en las ventanas, guirnaldas en las puertas, fotogénicos montones de nieve contra los muros de la casa..., todo era «simplemente maravilloso», como habrían dicho sus amigas. El espíritu navideño nos invadiría a todos, o al menos lo aparentaríamos. Era mi madre y con ella se imponía la supervivencia del más risueño, por lo que todos estábamos dispuestos a tragarnos su panacea festiva. Esperábamos recibir más de ciento cincuenta invitados en casa, obviando deliberadamente el hecho de que las invitaciones habían sido enviadas a finales de octubre con el nombre de mi padre impreso en relieve junto al de mi madre, pero el Viejo Donovan seguía en Europa, donde había pasado la mayor parte del año y donde para entonces ya había decidido quedarse.
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