[NC VAL mie]
Madrid, 10 de febrero de 1945
Lo único que le quedaba de Jaime a
Melchora Mínguez era un informe escrito a máquina que la joven
había leído mil veces después de mostrárselo a sus nuevos amos.
Lo normal sería que, cuando dejase de trabajar como doncella para
los señores De la Vera, ellos mismos le escribieran otro certificado
que podría presentar en caso de tener que solicitar empleo en otra
familia. La muchacha lo sostuvo un momento entre las manos,
observándolo con la mirada perdida e incrédula, como se examinan
las pruebas de un crimen. Era el clásico informe que incluía el
nombre de la joven, de cuyos servicios Jaime había prescindido, la
duración en el puesto, la clase de trabajo que efectuaba y unas
pocas palabras acerca de su honradez, discreción y competencia.
Estaba impreso en papel timbrado de la oficina de Jaime. Melchora lo
leyó por enésima vez, con dificultad, aunque esta no fue la única
ocasión en que sus ojos se nublaron al hacerlo:
Certifico que Melchora Mínguez ha
estado a mi servicio durante dos años como doncella. Es honrada,
escrupulosa y fiel en el cumplimiento de su deber; trabajadora y
dócil. Deja mi casa por motivos familiares, muy a pesar mío. Estoy
dispuesto a dar cuantos informes se me soliciten de ella.
Firmado:
Jaime Quijano y Aranguren
Palavicino-Haartmund,
marqués de Astudillo
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